Huracán Iota genera polémica en Providencia

La Armada construye en Providencia la estación de guardacostas a la que por tanto tiempo se han opuesto los nativos

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Tras los estragos generados por el Huracán Iota, la Armada toma partido y construye en Providencia, la estación de guardacostas a la que por tanto tiempo se han opuesto los nativos.

Desde hace poco más de una semana, la comunidad de Providencia viene denunciando que la Armada y el Gobierno Nacional se están aprovechando de la vulnerabilidad de la isla tras el huracán Iota para llevar a cabo proyectos a los que la comunidad raizal se opone.

Uno de estos proyectos es la estación de guardacostas que desde hace años busca construir la Armada en el sector de Old Town Bay.

En 2015, la comunidad se opuso, y parecía que hasta ahí había llegado la cosa. Pero tras el huracán, la Armada llegó a asentarse en el predio que quieren construir, y los planes para la estación de guardacostas están nuevamente en marcha.

La Armada Nacional tuvo un rol protagónico en la limpieza inicial de la isla luego del desastre, recogiendo los escombros que bloqueaban por completo todas las vías. Esto les valió el agradecimiento de la población de la isla, como le dijeron a La Silla cinco fuentes de la comunidad. “Es algo que Providencia entero tiene que agradecer”, dice Josefina Huffington, líder cívica en la isla.

Pero la luna de miel entre la comunidad y la Armada se acabó pronto.

“Un día se amaneció y apareció un muelle, y nadie sabía de dónde salió”, cuenta el providenciano Ángel Britton, miembro de la diáspora raizal.

En los últimos días de noviembre, poco más de una semana después de que el huracán Iota había arrasado las islas, la Armada Nacional instaló un muelle flotante en un predio adyacente a la Cooperativa de Pescadores Fish & Farm.

Esto generó mucha molestia entre los isleños, pues el nuevo muelle de la Armada se atraviesa en el trayecto del antiguo muelle de la Cooperativa, que fue destruido por el huracán, de manera que los pescadores ya no pueden reconstruirlo.

“Desde los primeros días después del huracán ellos empezaron a aprovechar la situación para sacar adelante sus propósitos”, dice Édgar Jay, de la asociación de pescadores I-Fish, que hace parte de la Cooperativa. “Hicieron el muelle de noche, de una manera soterrada, no lo hicieron a la luz del día. Aquí hay una gran cantidad de irregularidades”.

El Almirante Calm Hernando Mattos, quien encabeza el comando específico de la Armada en San Andrés y Providencia, le dijo a La Silla que ya tenían planeado construir el muelle desde antes, pero no se había podido ejecutar debido a la pandemia. Y que la dirección en la que fue construido (cortando el trayecto del muelle de los pescadores) obedeció a los estudios que se realizaron, de manera que no se viera afectado por los vientos.

Pero el problema no es solo el muelle, sino el predio desde el que se construyó, donde la Armada planea edificar una estación de guardacostas a la que la comunidad raizal se opone.

La Consulta Previa
Construir una estación de guardacostas en Providencia no es una pretensión nueva: en 1993 la Armada presentó un primer proyecto, que luego fue retirado como resultado de las protestas de la comunidad.

En 2014, se materializó un nuevo proyecto, esta vez en un predio que ya había sido adquirido por el Ministerio de Defensa, en el sector de Old Town Bay.

Pero para poder llevarlo a cabo debían llegar a un acuerdo con la comunidad por medio de una consulta previa. Este es un derecho fundamental de los grupos étnicos como la comunidad raizal, que compone más del 90 por ciento de la población de Providencia.

En 2015, entonces, se realizó una consulta previa, donde la comunidad se opuso a la estación de guardacostas por diversas razones: no querían que se trajera más personal militar a la isla, ya había instalaciones para los guardacostas en la Capitanía del Puerto y no querían una instalación militar en Old Town Bay, donde hay varias casas y una playa que la comunidad usa para distintas actividades.

Adicionalmente, hay consideraciones ambientales porque el predio se encuentra sobre la desembocadura de un arroyo y en un ecosistema de manglar.

Dentro de ese proceso de consulta previa, la comunidad presentó alternativas para este proyecto: construir la estación en Black Sand Bay, donde está ubicada la Capitanía del Puerto; utilizar el predio adyacente a la Cooperativa de Pescadores para desarrollar un proyecto de maricultura; e incorporar al personal raizal como guardacostas y pilotos para apoyar acciones de control marítimo.

“No hubo una sola persona que estuvo de acuerdo con la construcción de la base, se convocó a toda la población de Providencia y nadie estuvo de acuerdo”, dice la líder Josefina Huffington.

La iniciativa murió. Hasta que llegó Iota.

Después del Huracán

En marzo de 2021, a raíz del huracán, la Armada Nacional anunció la reconstrucción de la estación de guardacostas, asegurando que Providencia “recuperará” una estación de guardacostas y tráfico marítimo que, en realidad, nunca ha tenido.

“Se están aprovechando de la circunstancia de vulnerabilidad de la gente para imponer obras que fueron inconsultas en un momento crítico como este”, denuncia Britton.

“Nosotros, respetuosos de la ley, hemos surtido todo el proceso desde el año 2014. Ya se ha hecho todo lo que corresponde a entrar en diálogo con la comunidad para llegar a un consenso. Ellos han manifestado inquietudes y han hecho una cantidad de recomendaciones, y nosotros hemos atendido absolutamente todas las recomendaciones”, dijo el Almirante Mattos.

Según Mattos, la Armada desistió de la intención de aumentar el pie de fuerza en la estación atendiendo a las preocupaciones de la comunidad, disminuyó el área de construcción y atendió todas las recomendaciones ambientales para respetar el manglar y la desembocadura.

De las alternativas que planteó la comunidad, sin embargo, no optaron por ampliar las instalaciones en Black Sand Bay; no han dicho nada sobre el proyecto de maricultura; ni han incorporado a personal raizal como guardacostas o pilotos. En este momento hay muchos más miembros de la Armada, y habrá que ver cuántos se quedan cuando pase la emergencia.

Incluso relativo a la viabilidad ambiental, Coralina, la autoridad ambiental de la isla, se pronunció el 18 de febrero y aclaró que, aunque sí contaban con licencia ambiental para el muelle que ya construyeron, estaba sujeta a que llegaran a un acuerdo con la comunidad a través de la consulta previa.

Y nada de lo mencionado por Mattos resuelve la preocupación principal de la comunidad: la pérdida del territorio colectivo raizal en el sector de Old Town Bay.

“Ellos están en la parte de arriba de la playa, lo cual quiere decir para el pueblo raizal que ellos se van a apropiar de toda una playa comunitaria”, señala Huffington.

Y no es cualquier playa: Old Town es la playa más ancha de la bahía de Providencia, y uno de los sectores tradicionales de la isla. Es un desembarcadero tradicional de los pescadores, donde la gente que vive en el sector hace pesca artesanal y de subsistencia, así como un lugar de recreación para la comunidad.

“La gente iba mucho allá. Con mi hermano íbamos a caretear, salíamos a pescar. Era un sitio muy conocido, había bailes, fiestas”, cuenta Marc Robinson, un providenciano que nació y creció en Old Town. Cuenta que la playa estaba llena de árboles de algodón, cuya madera porosa se usaba para hacer barcos miniatura con los que la comunidad en ciertas temporadas se reunía a hacer carreras que partían de la playa de Old Town.

Ahora la comunidad reclama que, con el asentamiento de la Armada en el predio que quieren construir, ya están sintiendo las restricciones que traerá la estación de guardacostas.

Denuncian que, aunque públicamente se ha dicho que el muelle que instalaron puede ser usado por la comunidad, ha habido por lo menos dos episodios en los que esto no se ha permitido.

El primero le sucedió a la periodista Amparo Pontón, quien quiso desembarcar en el muelle pero no se le permitió debido a que “era un puesto militar”. El segundo le sucedió a dos niños de la comunidad raizal, que fueron desalojados por el teniente de la estación cuando estaban pescando.

El Almirante Mattos dijo que la situación con la periodista Pontón fue un malentendido porque el personal del muelle no tenía claro que sí podía ser utilizado por la comunidad. Y que la situación con los niños se dio porque no estaban en compañía de un adulto, y si les sucedía algo, la Armada sería responsable.

Y agregó: “No podemos permitir que el muelle se convierta en un lugar de pesca ni de recreación, lo pueden usar para embarcar y desembarcar”. Esto es problemático para la comunidad raizal.

Para ellos, la pesca es una práctica ancestral y, sin poder reconstruir el muelle de la Cooperativa de Pescadores, no tienen otro lugar para practicarla.

“Nosotros somos los dueños del territorio, los únicos amos soberanos del territorio, y nadie tiene derecho a venir a alterar nuestro sistema de vida y nuestras costumbres ancestrales”, declara Huffington.

Por todo esto, desde hace más de una semana los pescadores sentaron un campamento permanente en la Cooperativa, que llaman ‘Campamento por la Dignidad’. “Permanecemos las 24 horas y no nos vamos a mover de aquí hasta que nos resuelvan el tema de guardacostas”, dice Édgar Jay, de la Asociación de Pescadores I-Fish.

En este proceso, tanto el Alcalde como el Gobernador se han reunido con los pescadores para manifestarles su apoyo.

El 9 de marzo, el Secretario de Planeación de Providencia, Gregg Huffington, dirigió una carta al comandante de la estación de guardacostas, manifestando “la imposibilidad de adelantar obras de construcción de una Base de Guardacostas, en cualquier predio del territorio étnico ancestral de Providencia”, dado el rechazo que expresó la comunidad en la consulta previa.

Al respecto, el Almirante Mattos reitera que “la Armada ha dado cumplimiento a todos los trámites”, y sugiere que el Secretario de Planeación desconoce “todo el proceso que la Armada Nacional ha surtido”.

La Desconfianza del Pueblo Raizal

El lío con la estación de guardacostas surge en medio de tensiones históricas entre la Fuerza Pública y el pueblo raizal, exacerbadas en este momento por la presencia de los militares que han llegado para apoyar la reconstrucción de la isla después del huracán Iota.

“Los pescadores hemos desconfiado siempre de la Armada Nacional, porque el cuerpo de guardacostas no ha podido controlar la pesca ilegal”, dice Jay. “Y se han dedicado a proteger los intereses de los pesqueros industriales en vez de facilitar el trabajo de los pescadores artesanales”.

Y aunque las relaciones con la Fuerza Pública siempre han sido pacíficas, ha habido roces. “Los militares desconocen totalmente la cultura de la gente, no entienden la lengua, nos recriminan porque hablamos en creole”, cuenta Alberto Gordon May, presidente de la Autoridad Raizal.

Además, en la isla hay una cultura de ilegalidad muy fuerte porque es un paso importante para el narcotráfico, lo que históricamente ha complicado las relaciones con la Armada.

Para los isleños, entonces, la presencia permanente de las Fuerzas Militares tras el huracán ha sido difícil de aceptar. Cinco de nuestras fuentes manifiestan la sensación de que el gobierno está militarizando la isla. Como explica el providenciano Marc Robinson, esa presencia militar fuerte se entiende menos como una fuerza que protege y más como una fuerza que invade.

“La estrategia del Gobierno Nacional ha involucrado las Fuerzas Militares en todos los aspectos: son los que están limpiando, los que están reconstruyendo… Prácticamente, las fuerzas militares se convirtieron en contratista de Findeter”, dice Ángel Britton. “Yo no digo que esté del todo mal, pero la gente no lo entiende simplemente como una ayuda”.

Esta desconfianza por parte de la comunidad raizal de Providencia viene del mismo lugar que su oposición férrea a proyectos de infraestructura como la estación de guardacostas, la ampliación del aeropuerto o los megaproyectos hoteleros: viene, al menos en parte, del miedo a volverse como San Andrés.

“La gente de Providencia es bastante radical. Se ponen así porque ellos saben lo que es San Andrés ahora: sobrepoblado, inseguro, un poco invivible”, dice Jack Celis, un isleño originario de San Andrés que desde hace casi seis años vive en Providencia. “Allá es raro ver un isleño en el centro, con su música, con su lengua. Providencia tiene miedo de eso, por eso se paran en la raya”.

Y es que Providencia solo tiene 17 kilómetros cuadrados. Por eso, como dice Britton, “para garantizar la supervivencia de la población de Providencia, cada metro cuadrado tiene un valor”.

Fuente La Silla Vacía

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