Mientras la industria naviera adopta combustibles alternativos para reducir las emisiones de carbono, los operadores evalúan las ventajas y limitaciones del gas natural licuado (GNL) y el metanol. Ambos combustibles están disponibles en variantes «grises» (de origen fósil) y «verdes» (de origen sostenible), pero su potencial para reducir emisiones varía significativamente.
Ventajas del GNL
El GNL ofrece una reducción inmediata de aproximadamente el 20% en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en comparación con el fuelóleo pesado tradicional, incluso en su forma «gris». Este beneficio inicial del tanque a la hélice convierte al GNL en un combustible de transición atractivo, proporcionando a los operadores tiempo para desarrollar cadenas de suministro para GNL sintético verde (GNL-S).
Sin embargo, este ahorro del 20% en CO2 está sujeto a debate. Los críticos argumentan que las emisiones aguas arriba —provenientes de la extracción, transporte y licuefacción del gas— pueden reducir significativamente los beneficios ambientales del GNL cuando se consideran desde una perspectiva integral de pozo a hélice.
Desafíos del Metanol
A diferencia del GNL, el metanol gris no ofrece una reducción directa de CO2 en comparación con los combustibles convencionales. La viabilidad del metanol como opción sostenible depende de la disponibilidad inmediata de metanol verde, producido a partir de fuentes renovables. Las preocupaciones recientes sobre la limitada oferta de metanol verde han llevado a algunos operadores, como Maersk, a reconsiderar su dependencia exclusiva del metanol y a inclinarse hacia el GNL.
Perspectiva
La elección entre GNL y metanol refleja el equilibrio entre beneficios inmediatos y sostenibilidad a largo plazo. Mientras que el GNL ofrece una reducción más rápida de las emisiones, el potencial del metanol radica en su escalabilidad futura con producción verde. Estas consideraciones subrayan la complejidad de la transición de la industria marítima hacia combustibles más sostenibles.