El carajo, la cofa, la “mamparitis”, y otras expresiones marineras

Siempre me ha resultado curioso observar la gran atracción que los temas de la mar suelen ejercer en gentes de tierra adentro. Debido a ello con asiduidad nacen metáforas marineras referidas a episodios de la vida cotidiana. Como consecuencia de esto, muchas expresiones marineras, o relacionadas con la mar, se han trasladado al lenguaje coloquial, aunque a veces con un significado diferente al original marítimo.

Algunas de estas expresiones están recogidas en la RAE con esa segunda acepción, y otras no, como la de “carajo” con significado de “cofa”. E incluso a veces utilizamos expresiones cotidianas, que desconocemos que tienen su origen en el ambiente marítimo.

Historia del carajo

Según gran parte de las definiciones que transitan por internet, y aunque no están respaldadas por la Real Academia Española (RAE), se cuenta que en el pasado se denominaba “carajo” a una pequeña canastilla que se encontraba en lo alto del palo mayor de los buques antiguos. El “carajo”, dada su peligrosa ubicación en la zona alta del mástil, era un lugar muy poco seguro ya que en él era donde más se notaban los grandes balances de los buques.

Por ello, cuenta la leyenda, que cuando algún miembro de la dotación cometía alguna falta grave, era conducido al “carajo”, como muestra de castigo. Por esto sería posible que de este hecho pudiera proceder por qué cuando queremos dejar de ver a una persona, usemos la expresión, “vete al carajo”.

El balance del buque y la lejanía

Pero regresando al buque, una vez que el castigado marinero había dado cuenta del castigo en el “carajo”, descendía de la plataforma, y en esos momentos solía estar tan mareado que era incapaz de realizar trabajo alguno. Y de ahí podría proceder el motivo por el que cual a veces se utiliza la expresión “no vales un carajo”.

La ubicación de la canastilla se encontraba en lo alto del palo mayor y bastante apartada del ángulo de visión de gran parte de la dotación Y pudiera ser que este hecho tuviera relación con la razón por la cual cuando una persona se encuentra a una gran distancia de nuestra ubicación, usemos la expresión, “se encuentra más lejos que el carajo”.

Se debe indicar que en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, el más longevo de la Armada, la tripulación denomina a las mesetas altas “cofas”. Sin embargo, reserva el término de “carajo” para referirse al punto más alto del buque, alojado en el palo trinquete, y situado a 51 metros de altura. Se trata de una ubicación importante porque representa el punto donde se hacen formes los estays (los cabos que sujetan la cabeza del mástil).

Posición de la RAE respecto al “carajo”

Como ya se ha mencionado, la RAE, entre sus diversas y numerosas acepciones conocidas del término, no recoge la de la canastilla. Por el contrario, entre las sí incluidas se podrían destacar aquellas que expresan situaciones de disgusto, rechazo, sorpresa o asombro, como por ejemplo la expresión de, “eso está más malo que el carajo”.

La RAE, a través de su departamento de “Español al día”, ha indicado tras una consulta que en el diccionario académico esta voz nunca ha tenido el significado de puesto de vigía (cofa) desde que fue incluida en 1983. Aunque también reconoce, tal como se indica en el diccionario, que se trata de una palabra de origen dudoso, ya que por ejemplo en el “Diccionario Náutico Abreviado” de Rubén Poncio de 1991, creado por palabras náuticas corrientes de Argentina, aparece la palabra carajo como sinónimo de cofa. E incluso en el “Diccionario del Español Actual”, de 1999, de Manuel Seco Reymundo (fallecido en diciembre de 2021), lexicógrafo, filólogo, lingüista español y exmiembro de la RAE, aparece la palabra en cuestión con el significado de plataforma colocada en la parte alta de un palo.

Expresiones marineras

Entre las citas marineras más utilizadas en el día a día en tierra firme se podrían destacar las siguientes: “abordar”, “que cada palo que aguante su vela”, “caer en las redes”, “como pez en el agua”, “contra viento y marea”, “cortar el bacalao, “donde hay patrón no manda marinero”, “enrolarse”, “hacer agua”, “indicar el rumbo”, “irse a pique”, “irse al garete”, “mar de fondo”, “naufragar”, “navegar contra corriente”, “perder el norte”, “poner la proa (a una persona)”, “salir a flote”, “tener agallas”, “tirar por la borda”, “tocar fondo”, “viento en popa”, “echar un cable” o “zozobrar”.

Asimismo, entre esas expresiones que a veces utilizamos sin conocer su pasado náutico se podrían recalcar las tres siguientes: “tela marinera”, “salvarse por los pelos”, y “a palo seco”. En referencia a la primera, la RAE la define como “gran dificultad”, y es que resulta que en los ambientes marineros y portuarios de la época de los barcos de vela, el tejido necesario para su confección era “tela marinera”: mucho, costoso de elaborar, y de alto precio.

Respecto a la segunda, en la antigüedad era muy común que los marineros se dejasen crecer la melena ya que muchos embarcaban sin saber nadar, por lo que en caso de caer al agua podían ser “salvados por los pelos” al ser agarrados por la melena flotando. En cuanto a la expresión “a palo seco” (la que usamos cuando tomamos una bebida sin su tapa, o viceversa), ya era utilizada en los tiempos de la colonización para referirse al modo de navegar con las velas recogidas.

“Mamparitis”: un mal a bordo de los buques

De acuerdo con la RAE un “mamparo” es un término marítimo utilizado para denominar a las planchas de hierro con las que se divide en compartimentos el interior de un buque. Es decir, de manera coloquial podríamos considerar que los mamparos son las paredes de un barco.

Curiosamente muchos marinos han adoptado una variante de este término, que no existe en ningún diccionario, y que representa un mal a bordo que todo navegante ha padecido en alguna ocasión, la “mamparitis”. Este fenómeno, más cercano a un estado de ánimo que a una enfermedad, se produce como resultado de tener que convivir en un espacio reducido y dividido por mamparos, durante un intervalo de tiempo muy prolongado.

Entre las razones que ayudan al nacimiento de este fenómeno indeseable, que puede convertir en un ser irascible al más tranquilo de los humanos, se pueden encontrar algunas de las siguientes causas: convivencia con escasas personas y de múltiples nacionalidades, miedo a las enfermedades, exceso de trabajo, el contrato (a veces no se sabe con certeza cuando se va a desembarcar, ni dónde), las condiciones meteorológicas adversas, problemas familiares, o averías que puedan empeorar la calidad de vida a bordo.

El periodo de embarque de los marinos se ha reducido respecto a lo que era antiguamente, pero todavía supone un intervalo de tiempo que generalmente suele superar los tres meses. Ante estos periodos tan largos, una vez superado el ecuador del embarque, puede aparecer el temido mal que nos vuelve seres irascibles ante situaciones en las cuales, en otro momento de la vida, o con anterioridad en ese mismo embarque, hubiéramos actuado de manera diferente.

Entre los síntomas que delatan la aparición de la “mamparitis”, que obviamente dependerán de cada persona, se podrían destacar los siguientes: susceptibilidad, negatividad, ansiedad, actuaciones depresivas, agresividad o incluso estados de ira. En general aparecerán una serie de factores conflictivos, que, en otros momentos no se hubieran manifestado de una manera tan virulenta. Evidentemente la vida a bordo será muy diferente dependiendo del tipo de barco, y de las condiciones en que se navegue.

La soledad del marino y los momentos de ocio

El tema de la soledad varía también mucho con las personas y con los distintos tipos de buques. Existen marinos que llevan muy mal el confinamiento, y lo que aún es peor, transmiten ese malestar a sus compañeros y compañeras. Aunque navegar parezca que sirve para conocer mucho mundo, hay que tener en cuenta que se trata de una actividad que implica una serie de dificultades que se deben conocer antes de apostar por esta vida.

El aislamiento, que se convertirá durante unos meses en una rutina, nos alejará de los problemas familiares cotidianos que se estén produciendo en tierra, y de alguna forma hará que estemos menos preocupados por esos problemas, ya que en realidad poco podremos hacer por solucionarlos desde el buque. Eso sí, a veces serán de tal impacto, que será muy difícil que no nos desmoralicen.

En el buque, la mayor parte de la tripulación conoce perfectamente sus tareas, ya que estas suelen estar desarrolladas en procedimientos. Esto ayuda a la planificación, y a la búsqueda de la rutina diaria. El que ese grupo de personas encuentre esa rutina, puede significar el éxito durante el tiempo de embarque. Hay cierto paralelismo entre el día a día en un buque, y el que vivió Bil Murray en 1993 cuando rodaba la película “Atrapado en el tiempo”, famosa porque el protagonista, meteorólogo de televisión, no conseguía escapar del “Día de la marmota” en el que había quedado atrapado, y que se repetía cada veinticuatro horas.

En los buques no existen ni domingos, ni festivos, pero se intenta simularlos. Obviamente el trabajo principal de los marinos a bordo es la realización de guardias y trabajos, y esas tareas hay que realizarlas obligatoriamente a diario, aunque siempre, dependiendo del tipo de buque, se tiende a intentar realizar algo especial los domingos.

Uno de esos intentos es el de procurar relajar esos días el número de trabajos, independientes de las guardias, para que el personal pueda estar un poco más descansado, y pueda así disfrutar de un momento de ocio. Y otro gran intento se puede llevar a cabo sobre las comidas, lo más sagrado de la navegación. Un buen menú de domingo será el deleite de toda la tripulación.

El pasado confinamiento

Aquel extraordinario confinamiento que vivimos en nuestros hogares en el año 2020 trajo a mi mente algunas expresiones marineras, pero que no han sido trasladadas al lenguaje coloquial, por lo que no son internacionalmente reconocidas. La “mamparitis” es una de ellas, pero no la única.

En los buques, tal como nos ocurrió en el aislamiento provocado por el COVID, se tiende mucho a la creación de bulos y a la propagación de la rumorología. Un rumor muy típico a bordo suele estar relacionado con cuál será el siguiente puerto de escala, en aquellos buques donde este dato se desconoce.

Por ello, en un barco, cuando desconfiamos de una noticia se suele preguntar que, si ese rumor ha surgido de “radio mamparo”, o “radio escobén” (el escobén es el orificio en la roda del buque por el que sale el ancla y la cadena en el fondeo). En tierra para este tipo de hechos solemos utilizar la expresión “radio macuto”.

Otras expresiones típicas de a bordo

Una expresión muy curiosa a bordo, y también conocida internacionalmente, es la manera en la que la tripulación denomina al capitán del barco mercante. Este suele ser conocido como “el viejo”. Expresión típica que tal vez esté relacionada con el dicho “A barco nuevo, capitán viejo”.

Por otro lado, en España también existen expresiones en tierra, relacionadas con la mar, pero que solo se conocen en determinadas provincias marineras. Por ejemplo, en Cádiz, cuando los chavales juegan al fútbol y chutan el balón muy alto, y este cae a un tejado inaccesible, utilizan la expresión “el balón se ha embarcado”, en referencia a que el balón ha quedado aislado, tal como quedan los marinos en los buques.

Refranes y dichos marineros

Cómo no, los dichos marineros están muy presentes en el refranero. “Penas y olas, nunca vienen solas”, “El que ha naufragado, teme al mar aún calmado”, o “No existe gente de mar, que no se pueda ahogar”; son claros ejemplos de esta presencia.

Los refranes meteorológicos constituyen …

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